31 mar 2011

Jeanne Weber


La estranguladora de niños de París
Los motivos de Jeanne Weber quedan ocultos, quizás por la época en que vivió, unos años en los que el estudio de la psique apenas daba sus primeros pasos y las excusas para los encausados eran de lo más extravagantes.
Jeanne Weber creció en la costa de Francia, pero viajó a París, una Ciudad Luz que en 1899 tenía tantas sombras como era de esperar en una metrópoli europea de fin de siglo, en busca de fortuna e intentando progresar socialmente. Al poco de llegar, contrajo matrimonio con Marcel Weber, del que tomó el apellido, y en poco tiempo, era madre, en apariencia feliz, de tres niños de aspecto sano y rollizo. Pocos años después de entrar en el siglo XX, la primera desgracia golpeó a la familia Weber. Sus dos hijos menores murieron. Al parecer, la terrible epidemia de bronquitis que asolaba Francia sesgó la vida de los dos pequeños. Sólo unas pequeñas manchas rojas en sus frágiles cuellos señalaban una muerte trágica.
La serenidad que transmitía Jeanne, unida a la tristeza que se sembró en su vida, hizo que varias vecinas se apiadaran de ella y le ofrecieran cuidar de sus niños, mientras ellas acudían a la dura labor en las fábricas. Inexplicablemente, dos de esos niños amanecieron muertos sendas mañanas, a causa de una extraña infección pulmonar que los médicos no eran capaces de determinar.
En sus cuellos, nuevamente, aparecían unas débiles marcas rojas. Por el momento, el nombre de Jeanne estaba fuera de toda sospecha. Incluso sus cuñados apoyaron a la joven, y le ofrecieron cuidar a su pequeña Georgette, de dieciocho meses de edad. El 2 de marzo de 1905 se escribió otra tragedia alrededor de la figura de la niñera. La adorable Georgetta apareció muerta. Las marcas rojas determinaban, a ojos de un experto, la similitud entre todas las muertes ocurridas. Sin embargo, los llantos de la niñera acompañaban a los de los padres, y nadie sospechó que ella pudiera haber hecho algo para causar tales desgracias. Jeanne continuó trabajando como niñera, cuidando a Suzzane, una niña de tres años. No hace falta entrar en detalles. Seguro que el avezado lector ya supone el final de esta nueva aventura laboral.
En esta ocasión, los rumores comenzaron a circular por Montmartre, lugar de residencia de la mujer. Casi todo el mundo relacionaba a Jeanne con las tragedias, pero las circunstáncias de esa época en París tapó el asunto. Demasiadas muertes por enfermedad ocultaban los indicios de muertes extrañas a manos de un infanticida.
A las pocas semanas estaba cuidando a Germaine, que sufrió espasmos y convulsiones en dos ocasiones. Superó ambas crisis, pero a la tercera, falleció.
Cuando su nombre era ya considerado un síntoma de mal agüero y los rumores se disparaban, en el mismo día del entierro de la niña surgió una noticia. El hijo de Jeanne que todavía vivía, había muerto esa misma noche, en circunstáncias tan extrañas como el resto. Esta situación evitó que le inculparan, ya que la pena de la niñera era tremenda. La casualidad, y no otra cosa, era la causante de todas las muertes. Por fin, una de las madres cuyos hijos cuidaba, se percató de lo sucedido. Llegó a casa en mitad de una crisis de asfixia de la niña, de sólo diez meses de edad. En el cuello de la criatura, las marcas rojas ya tan habituales. Sólo la intervención de la policía evitó que la mujer fuera linchada allí mismo y fue trasladada a prisión, donde un inspector investigó toda su trayectoria. El 29 de enero de 1906 dio comienzo el juicio, pero inexplicablemente, salió indemne de todos los cargos. Un prestigioso médico de la ciudad, León Thoinot, expuso de manera muy efectiva como todos los niños habían muerto por causas materiales y la pobre Jeanne era víctima de la mala suerte, o es que estaba embrujada (un argumento muy convincente, viniendo de un científico, pero claro, era otra época). Aún así, ya no tenía sitio en París, y tuvo que viajar hasta la campiña francesa Allí, otra vez, se encargó del cuidado de un niño, que apareció muerto. En su cuello, otra vez, las delatoras marcas rojas. En París se supo de la noticia y en los mentideros de la capital no cabía duda alguna: era otro asesinato perpetrado por la niñera. El doctor Thoinet desestimó nuevamente esta hipótesis, alegando que la enfermedad de Auguste, el niño, no había podido ser diagnosticada con éxito por los médicos rurales.
La todavía joven mujer fue contratada entonces, por aquello del destino, en un hogar de acogida para niños en Orgeville. Todo un desafío para la infanticida, desde luego. A las pocas semanas fue sorprendida intentando estrangular a un niño de seis años, pero abandonó el trabajo sin más consecuencias. Se estableció como prostituta en una pensión parisiense, donde mató al hijo de la matrona. En esa ocasión, hasta el doctor Thoinot tuvo que rendirse a la evidencia, aunque mantenía la inocencia de Jeanne en los anteriores asesinatos. No fue condenada, sino que se trasladó hasta el sanatorio mental de Nueva Caledona, donde falleció en 1909, víctima de sus propias manos. Sin que nadie se lo explique, la estranguladora de París acabó con su vida ahogándose ella misma.

11 mar 2011

Otty Sanchez




Otty Sánchez, de 33 años, fue acusada de asesinato capital en la muerte de su hijo, Scott Wesley Buchholtz-Sanchez. Se le impuso una fianza de un millón de dólares. La mujer se recuperaba en un hospital.

El jefe de la policía de San Antonio, William McManus, dijo que el ataque ocurrió una semana después de que el padre del bebé se fuera de la casa. La tía del niño y dos primos, de cinco y siete años, estaban en la casa durante el ataque, pero ninguno sufrió lesiones.

McManus, quien parecía incómodo al hablar ante los reporteros, dijo que Sánchez aparentemente se comió el cerebro de su hijo y algunas de sus partes. También le desprendió la cara, masticó los dedos de los pies y decapitó al infante antes de acuchillarse.

“Es demasiado horrible para seguir describiéndolo”, confesó McManus.

Los agentes que acudieron a la casa de Sánchez cerca de la 5.00 horas locales, la encontraron sentada en el sofá “gritando que había matado a su bebé”, dijo el vocero policial Joe Ríos.

Los policías encontraron los restos del cuerpo del niño en un cuarto. Sánchez dijo que el diablo le había dicho que matara a su hijo, según la policía. McManus indicó que la mujer dijo que “escuchaba voces”.

Sánchez aún no tiene un abogado y está hospitalizada en San Antonio, dijo la policía. No quisieron dar el nombre de los familiares de Sánchez.

Velma Barfield



Velma nació en el Estado de Carolina del Sur, Estado Unidos, el 23 de Octubre de 1932, se crio cerca de Fayetteville ( en el mismo Estado) ella se fugo de casa para casarse con Thomas Burke, en 1949, tuvieron 2 hijos, Velma al parecer se hizo adicta a las drogas, ya que cambio radicalmente su comportamiento.

Su marido comenzó a beber y empezaron los problemas, en abril de 1969, Velma y sus hijos salieron de la casa, y cuando regresaron la casa estaba quemada y su marido muerto, después la casa se volvió a quemar, pero esta vez ya tenia una póliza de seguro contra incendios.

En 1970 se volvió a casar con un viudo llamado Jennings Barfield, pero el gusto le duro poco y este murió en menos de un año, vuida otra vez.

En 1974, Velma se hizo pasar por su madre, Lillie Bullard, de 64 años de edad, y consiguió un préstamo. Consciente de que su madre se enteraría, compró un insecticida y espolvoreó la sopa de su progenitora con este veneno y murió alas pocas horas de haber llegado al hospital. La muerte fue atribuida a causas naturales.

Dos años después, cuando trabajaba como ama de llaves, Velma utilizó un raticida para librarse de su empleadora, Dollie Edwards, de 85 años. Velma asistió al funeral y lloró mucho.
Volviendo a recurrir al insecticida, Velma envenenó a John Henry Lee, de 80 años. Hasta morir, John Henry pensó que Velma era la mejor ama de llaves que había tenido.

Velma, una mujer activa sexualmente, se comprometió con el sobrino de Dollie Edwards, un caballero llamado Stuart Taylor, que no sospechaba nada. Velma se cargó a Stuart, poniéndole insecticida en la cerveza, pero no tuvo suerte. Había sido la única persona en estar con Stuart durante los últimos cuatro días de su vida y se sospechó de ella inmediatamente. Cuando la detuvieron, dejó muy sorprendidos a sus interrogadores admitiendo que era culpable del asesinato de su madre, Lillie Bullard, así como de los de Dollie Edwards, John Henry Lee y su novio, Stuart Taylor.

El 2 de noviembre de 1984, Velma Barfield, quien entonces tenía 52 años, fue ejecutada mediante una inyección letal en la Prisión Central del Estado de Carolina del Norte, en Raleigh. Ella fue la primera mujer en ser ejecutada por ese método.

10 mar 2011

Debora Green



Nacio en el año de 1958 , se graduo de Medicina, con especialidad en Oncología, y también tenia grado de en Ing. Quimica, viven en Prairie Village, Kansas, casada con Michael Farrar, un cardiólogo. Después de intentar previamente asesinar a Michael utilizando veneno ricina, el 24 de octubre, 1995 que asesinó a dos de sus hijos por el incendio de la casa familiar en 7517 Canterbury Corte. Ella no alegó ante el juicio y fue condenado a cadena perpetua, con un mínimo de 40 años antes de la elegibilidad para libertad condicional.
El viento de la noche del 24 de octubre de 1995, un incendio que asola demolieron una casa de lujo en Prairie Village, Kansas, el fuego se cobró la vida de Kelly y Tim Farrar, entre las edades de 6 y 13. El éxito de investigación llevado a los fiscales creen que la madre del niño, e, se ha fijado el fuego.. Una investigación más a fondo los cargos adicionales que trajo Verde había envenenado a su marido, Michael Farrar, con ricina, un derivado del ricino.
Debora Green está recluida en Topeka, Kansas, FC-Central, Prisión de máxima seguridad, después de haber sido condenada por homicidio premeditado.

Dorothea Puente






Esta abuelita, nacio el 9 de enero de 1929, en San Bernardino California, Estados Unidos, vivio en México y se regreso a USA...

La escena no podía ser más idílica. Una viuda encantadora, enamorada de su jardín, acoge a mendigos, alcohólicos y ancianos desamparados en su casa de Sacramento. Les alquila una habitación por un puñado de dólares. Parece una estampa casi navideña, pero no lo es. A los pocos días, sus huéspedes desaparecen sin dejar rastro. Nadie les echa en falta, al fin y al cabo se trata sólo de desarrapados.

Un buen día, la desaparición de un alcohólico levanta las sospechas de una trabajadora de los servicios sociales. Dorothea le había contado que el viejo en cuestión se había vuelto a México, pero ella no lo creyó; algo en la versión de la viuda despertó sus sospechas. Cuando volvió a la pensión, que ya tenía fama de clandestina, lo hizo junto a dos policías.

Entonces, ocurrió algo que no podía faltar en el guión de esta bien tramada película. Un inquilino entregó a unos de los agentes una nota en la que se leía: “La señorita Puente nos ha pedido que mintamos”. A los cuatro días, los policías volvieron con una orden de registro y una autorización judicial para cavar en el jardín. Encontraron los cuerpos de los desaparecidos. La que no estaba era Dorothea, que había huido. Estuvo en busca y captura una semana. La detuvieron en Los Ángeles. El fiscal acusó a la anciana de avariciosa y manipuladora, y de haber asesinado a sus víctimas a sangre fría para quedarse con su dinero. La doña enveneno a las victimas y le dieron 2 cadenas perpetuas por el asesinato de 9 personas.

Esta hermosa abuelita, sigue recluida en un penal en California