26 oct 2012

Carmen Ríos García


Todos conocen lo que le ocurrió a Fernandito, pero prefieren guardar silencio. El taxista, el chofer del colectivo y la señora de la tienda saben lo que pasó en la casa ubicada en la manzana 34 lote 5 de la calle Graciano Sánchez, colonia Ejidos de San Agustín Atapulco. Conocen el desenlace, pero no entienden –como miles de mexicanos– qué orilló a María del Carmen Ríos García, de 23 años de edad, a arrancarle los ojos a su hijo de tan sólo cinco años de edad. 

 “Es una pregunta que yo mismo me hago todo el tiempo. No sé qué decirle. Yo tampoco sé por qué lo hizo. Se puede imaginar usted cómo me siento yo”, externó Noel Alvarado Arvizu, papá de Fernando en entrevista con Excélsior. El padre de Fernandito accedió a platicar vía telefónica por unos minutos, aunque rechazó tajantemente conceder una entrevista personalmente. “Estoy muy molesto con los medios de comunicación y los periodistas. Uno dice una cosa y ellos ponen otra, en especial los de los periódicos que ni siquiera los nombres pusieron bien y uno de ellos aseguró que yo también estaba involucrado... Imagínese si me linchan, la gente acá anda muy enojada”, explicó Noel. 

Un grito que rompió la calma El 24 de mayo, aproximadamente a las 07:00 horas, un grito rompió la calma de los vecinos de la colonia Ejidos San Agustín. Jesús Ríos, de 22 años de edad, salió corriendo a la calle sin camisa, mientras imploraba auxilio asegurando que estaban matando a un niño. 

Fernando, de cinco años de edad, vivía con su mamá Graciela, su papá Noel y otro hermano de 8 años de edad, de nombre Kevin, en un cuarto rentado ubicado en la calle Segunda Cerrada de Chimalhuacán. Su papá trabaja como guardia de seguridad privado. 

El lugar donde ocurrió la tragedia era el domicilio de los abuelos maternos de Fernando. Se sabe que la familia llevaba varios días encerrada y todas las mañanas oraban a Dios para que los cuidara ante la inminente llegada del fin del mundo la cual ocurriría el pasado domingo 27 de mayo. El señor Noel Alvarado, padre de Fernando, no compartía la visión apocalíptica de su esposa e inclusive estaba enemistado con ella. Hacía una semana que María del Carmen Ríos García vivía en la casa de sus padres donde realizaban ayunos y oraciones. 

Un par de días antes del trágico evento, el papá de Fernandito acudió a la casa de sus suegros para intentar convencer a su esposa de que regresara al hogar conyugal, pero volvió con las manos vacías, ya que ni siquiera le abrieron la puerta de la casa de los suegros. Dios les revela un terremoto Datos vertidos en la indagatoria ministerial refieren que una de las primas de María del Carmen Ríos tuvo un sueño. Dormida en una habitación de una casa de Ciudad Neza Dios le reveló que en unos días un terremoto acabaría con la humanidad. La imagen caló hondo en la familia Ríos García y decidieron orar. Fue en ese contexto que ocurrió lo inimaginable. La mañana de los hechos, las hermanas oraban. Era jueves y llevaban al menos cinco días haciéndolo, al tiempo que ayunaban. María del Carmen le ordenó a Fernando que cerrara los ojos para la oración, pero el niño desobedeció. María del Carmen se acercó al pequeño y con la ayuda de su hermana Ruth le sacó los ojos a su propio hijo. Horas más tarde la mujer explicaba a las autoridades que quería purificar los ojos del niño. Mientras pelaba una naranja con los dedos y chupaba el jugo que escurría por sus manos un vecino comentó. “Hasta acá en mi casa se escuchaban los rezos, le decían a satanás que se alejara y cosas así.” “Una mujer que demostraba amor” El sol de junio en el oriente del Valle de México es inclemente.

En municipios como Nezahualcóyotl, Los Reyes la Paz, Chimalhuacán o en la misma delegación Iztapalapa son pocos los árboles que dan sombra y el polvo de las calles sucias se levanta y penetra en la nariz. Una golondrina estacionada en un cable de luz vigila mientras se toca a la puerta de las casas de la calle Graciano Sánchez. En la vivienda contigua una mujer abre la puerta, pero sólo lo necesario para asomar la cabeza. “Yo no le puedo informar, porque no vivo aquí. Sólo vengo una vez a la semana”. En la casa de lado opuesto observan cuando se toca por una rendija en el zaguán y simplemente deciden fingir que no están. Enfrente del domicilio, un señor me pide que omita su nombre y decide platicar. 

“Mire, la señora y sus hijos no vivían aquí. Aquí primero llegaron los abuelos de María del Carmen cuando ella estaba muy chiquita. Cuando los señores fallecieron se quedaron los padres de la señora, y que son los abuelos de Fernandito”, aclara el vecino. “Siempre fueron personas amables aunque un poco reservados. Aquí vivieron Ruth, María del Carmen y Jesús desde niños, y pues ya se casaron, y se fueron aunque vienen seguido, y ya tenían una semana rezando que porque decían que el mundo se iba a acabar”, explica. A unas cinco cuadras de la calle Graciano Sánchez se ubica el domicilio de la familia Alvarado Ríos. Dentro del terreno hay una casa de dos plantas, propiedad de la dueña del lugar y quien renta un par de cuartos ubicados en el patio del domicilio a la familia de Fernandito. La señora Juana da excelentes referencias de sus inquilinos.

Advierte que, aunque se trata de personas reservadas, siempre fueron muy amables. “La señora María siempre trataba muy bien a sus hijos, y se veía que los quería mucho especialmente a Fernandito”, asegura. “Era bien buena gente la señora, nos saludaba... Era muy amable y su esposo muy educado, aunque un poco reservado, pero nunca peleaban, aunque la señora tenía varios días que no venía a la casa. Parece que el señor no estaba de acuerdo con su religión (no dice cuál), pero no estoy segura”, precisó. “Entre las 5 y 6 de la mañana del lunes escuché que rezaban y decían: ‘Satanás ya salte de mí, déjame ir’.”

Recientemente se casaron Ruth y Jesús y las fiestas las hicieron en la calle, aunque no invitaron a los vecinos. Los cuida el Edomex Noel Alvarado Arvizu no ha podido estar con su hijo Fernando ni con su otro hijo de ocho años de edad. Desde que ocurrió el incidente las autoridades judiciales del Estado de México no han permitido que los vea. “No entiendo por qué no me han dejado ver a mis hijos si yo no tuve nada que ver con el hecho, yo no estaba en el lugar y tampoco estaba de acuerdo con la religión de su mamá”, expresa el hombre. “Mis abogados ya están llegando a un acuerdo con las autoridades de la Procuraduría del Estado de México para que pueda ver a mis hijos”, dijoNoel Alvarado. Excélsior solicitó una entrevista con funcionarios de la PGJEM para que explicara cuál es el motivo por el que Noel no puede ver a sus hijos, pero este reportero no obtuvo respuesta.

La abuela paterna de Fernando fue quien lo cuidó durante su estancia en el Hospital Pediátrico de Legaria, sin embargo, hace unos días Fernando fue dado de alta y enviado a un albergue en la ciudad de Toluca. La abuela perdió así contacto con el pequeño. El DIF también tendrá bajo su protección a su hermano, de 8 años de edad, y una prima de 9 meses, cuya madre participó durante los rezos en los que se mutiló al niño, informó el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila.

Seis de los siete adultos que participaron en los hechos ocurridos el 24 de mayo ya fueron vinculados a proceso por el delito de homicidio calificado en grado de tentativa. El juez de Control y Juicios Orales de Nezahualcóyotl concedió un plazo de cinco meses para la investigación. María del Carmen Ríos García, Ciro Ríos Benítez, Yesenia Mayela Maciel Charles, Jesús Ríos García, Ruth Lisbeth Ríos García y Martha García Vargas serán procesados por el delito de homicidio calificado en grado de tentativa.

En tanto la situación legal de Martha, de 17 años, se decidirá por un Juez especializado y se encuentra recluida en la Escuela de Reintegración Social para Adolescentes con sede en Zinacantepec. Iban a oficio de un pastor La Procuraduría General de Justicia del Estado de México investiga la conexión entre la familia Ríos García y el ministerio del pastor Aarón, quien hasta una semana antes del suceso oficiaba en el salón de fiestas Kritzel, ubicado a una cuadra de la casa de los abuelos de Fernando. Investigaciones realizadas por Excélsior revelan que la familia no acudía a los servicios religiosos oficiados en ese lugar al menos durante lo que va de este 2012.

En entrevista exclusiva con este diario el pastor Aarón explicó: “Ellos sólo acudieron dos o tres veces el año pasado, pero ya no regresaron, y este año nunca fueron a mi servicio”. El pastor aseguró que profesa el culto cristiano, y negó pertenecer a algún grupo como mormón, testigo de Jehová, pentecostal, evangélico, adventista o bautista. También se resistió a revelar si el culto que imparte es de carácter apocalíptico.

El pastor Aarón se dijo dispuesto a presentarse ante el Ministerio Público de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México (en caso de ser requerido. Por su parte, la casera de María del Carmen, madre de Fernandito, corroboró las declaraciones hechas por el pastor. “Ella estaba aquí todos los domingos. No sé si pertenecía a alguna iglesia, pero yo la veía siempre aquí, en casa, con sus hijos”, explicó.

En tanto, la dueña del salón de fiestas Kritzel, quien pidió omitir su nombre, aseguró no haber visto nada raro en los oficios religiosos que se desarrollaban en el inmueble de su propiedad, ya que ella y su esposo vigilaban siempre, dicen.

“Nosotros les prestábamos las sillas cuando hacían sus servicios y ahí estábamos siempre, y no observamos alguna situación rara o fuera de lo normal. Lo que queremos es que dejen de darle mala publicidad al salón, porque nosotros no hemos hecho nada malo y esta situación nos está afectando”, explicó la mujer.

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