13 oct 2012

Las "viudas negras" de Liverpool



A finales del siglo XIX, muchos individuos deshonestos usaban veneno como método para deshacerse de amigos y familiares indeseados con mucha más frecuencia que hoy en día. 

Esto era particularmente cierto en el caso de Inglaterra, donde las enfermedades a veces diezmaban a familias enteras. ¿Quién habría adivinado que la mano criminal de un envenenador era responsable de muchas de las muertes prematuras? Cuando Thomas Higgins cortejó y desposó a una chica en 1883, los tiempos eran difíciles en Liverpool. Thomas, un albañil de 45 años, había trabajado duro toda su vida, aunque ese gran esfuerzo no había rendido mucho fruto para el día en que él y Margaret, de 41 años, se casaron. Era su segundo matrimonio; su primera esposa había muerto de causas naturales años antes. Thomas llevó a su hija Mary a vivir con él y su nueva esposa. Después de la boda, la familia Higgins se mudó con Catherine Flannagan, hermana de Margaret. ¿Quién sabe si las hermanas planearon el asesinato de Thomas Higgins antes del matrimonio? Hay algunas cosas que sabemos con certeza. La pequeña Mary murió en marzo de 1884; la muerte se atribuyó a causas naturales. En realidad, las dos mujeres eran asesinas consumadas mucho antes de aquel casamiento. 

Durante nueve meses, los Higgins se quedaron con Catherine Flannagan y su hija de 13 años, Ellen; no había ningún señor Flannagan. El 22 de septiembre de 1883, los Higgins se mudaron a un sótano en la calle Ascot. Fue allí donde Thomas dijo por primera vez que no se sentía bien. Tres días después Thomas sufrió vómitos y diarrea. Margaret atendió a su esposo, pero debido a la severidad de sus ataques debió buscar ayuda médica; llamaron al doctor Whitford, quien le prescribió remedios. 

Al día siguiente, cuando visitó a Thomas, lo encontró mucho mejor. Pocos días después, Thomas se encontraba en terribles condiciones. En esta ocasión, Margaret no llamó al médico. En lugar de ello, le pidió a su hermana Catherine que los visitara. El 1 de octubre, el octavo día de la enfermedad de Thomas, Catherine pensó que era mejor buscar apoyo moral. Llamó a dos vecinas, las señoras Manville y Lawton. Thomas estaba fuera de sí debido al dolor y alucinaba. A medianoche, Catherine, comprendiendo que su hermana necesitaba dormir, le sugirió a Margaret que pasara la noche en su casa. Margaret estuvo de acuerdo y dejó a su esposo al cuidado de su hermana y vecinas. Thomas pidió algo de beber. Catherine le dio un poco de líquido de una taza. 

Después de darle el líquido, vació el resto de la taza en el fuego. Thomas quería levantarse de la cama. Sólo podemos imaginar la sorpresa de la señora Manville cuando escuchó a Catherine espetar: "No tiene fuerzas para levantarse. Estoy cansada de escucharlo suplicando". La señora Manville le lanzó a Catherine una fea mirada y ayudó a Thomas a ponerse de pie. El pobre Thomas se tambaleó, luego cayó sobre la cama. Una vez más pidió un trago de agua. 

La señora Manville se lo dio. Sería el último sorbo de Thomas. Se desplomó sobre la almohada, muerto. Sus cuerpos fueron exhumados. Pequeñas cantidades de ARSÉNICO se encontraron en dos de ellos y una dosis fatal se halló en el cadáver de John Flannagan Entonces la señora Manville gritó: "¡Señora Flannagan, levántese! Tiene un ataque o está muerto". Compasiva, Catherine le respondió. "Siéntese y ocúpese de lo suyo. Déjelo morir en paz". 

Las mujeres confirmaron que Thomas estaba realmente muerto. Salieron del sótano, cerrando la puerta detrás de ellas. Fue por pura mala suerte de las envenenadoras que Thomas Higgins tuviera un hermano, Patrick, quien era medio sabueso. Patrick no podía creer que su saludable hermano hubiera muerto por causas naturales en ocho días. Pasó por la casa del doctor Whitford y descubrió que el buen médico sólo había visitado a Thomas el primer día de su enfermedad, pero firmó el certificado de muerte y atribuyó el fallecimiento a disentería. Ahora, listo para actuar, Patrick visitó a un agente de seguros, el señor Bowles, quien le informó que Thomas había sido asegurado por una cuantiosa suma. Eso fue suficiente. Patrick conversó con el forense y le comunicó sus sospechas. Se realizó una autopsia y se determinó que Thomas tenía una gran cantidad de arsénico en su organismo. Margaret Higgins fue detenida de inmediato, pero su hermana resultó ser más difícil de encontrar. 

Catherine logró mantenerse prófuga de la justicia hasta el 13 de octubre, cuando también la arrestaron. Una vez que se demostró que Thomas Higgins había sido asesinado, se investigaron otras muertes en la familia. El hijo de Catherine, John, había muerto en diciembre de 1880. Margaret Jennings, una joven de 18 años que se había alojado con Catherine, había muerto después de una corta enfermedad en enero de 1883. Y por supuesto, también estaba el caso de Mary Higgins, fallecida en marzo del mismo año. Sus cuerpos fueron exhumados.

Pequeñas cantidades de arsénico se encontraron en dos de ellos y una dosis fatal se halló en el cadáver de John. Se examinó la ropa que estaba en el sótano de la calle Ascot. Se encontraron trazas de arsénico en el fondo de uno de los bolsillos de un abrigo que pertenecía a Margaret Higgins. Una botella que contenía arsénico también se halló en el lugar. Luego de un examen, se descubrió que el arsénico en la botella se había conseguido al remojar papel matamoscas en agua. 

Éste es el primer caso registrado en la historia del crimen en el cual se extrajo arsénico de papel matamoscas con el propósito de cometer asesinato. Margaret y Catherine fueron enjuiciadas por asesinato el 13 de febrero de 1884. Se conoció que cinco compañías de seguros distintas habían emitido pólizas que aseguraban la vida de Thomas Higgins por pequeñas cantidades. Thomas había firmado sólo dos de ellas. Su rúbrica había sido falsificada en las otras tres. 

 Las hermanas habían intentado sacar una sexta póliza por 50 libras, pero debido a que era una cantidad mayor, se necesitaba un examen médico. Cuando un agente de seguros lo visitó para informarle sobre el examen, Thomas se enfureció. Echó al agente de su casa, gritándole: "Váyase al diablo. No obtendrá dinero de mí". Las dos perversas hermanas se habían confabulado durante años al asegurar a sus víctimas por pequeñas cantidades y envenenarlas poco a poco.

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