25 mar 2016

Anastasia Lechtchenko Masney


Anastasia Lechtchenko Masney de 19 años confesó haber asesinado a su madre y hermana en un vecindario de Tijuana, por que le hacían brujería. Anastasia nació en San Luis Potosi, México en 1996 y la mayor parte de su vida la vivió en Tijuana, Baja California.

Hija de dos inmigrantes ucranianos: Igor Lechtchenko, un entrenador de gimnastas y Yuliya Masney Safonchik, una maestra de primaria y ex-bailarina y acróbata profesional nacida en 1970. Yuliya e Igor se enamoraron cuando trabajaban en el tradicional Circo Ruso. En 1995, los acróbatas ucranianos decidieron que era momento de dejar la vida circense y establecerse. Escogieron San Luis Potosí. Ambos se nacionalizaron mexicanos años después.

Anastasia se decidió; se preparó mentalmente para lo que iba a realizar. Tomó un cuchillo de cocina y acechó a su madre. En un descuido, la atacó. Yuliya estaba sentada en un sillón y allí la ultimó. "Creo que mi mamá ya sabía que la iba a matar y no opuso resistencia". Después caminó hasta el cuarto de su hermana Valeria. Con la niña no tuvo mayor problema: se paró al borde de la cama y levantó su pequeño cuerpo para ahorcarla con la misma soga que a su madre. "La voz de un hombre me decía que acabara con ellas". Debido a su discapacidad, Valeria no pudo gritar. ''Tardé un poquito menos, veinte minutos. Pero su cuerpo seguía calientito". Luego se fue porque había leído en Internet que para desmembrar un cuerpo tenía que esperar a que se enfriara. Hora y media después regresó.

El único que escuchó los gritos de Yuliya fue un sastre que vivía justamente atrás de la casa de las Lechtchenko. Desde las 21:00 horas se escucharon lamentos, gritos, pero no llamó a la policía porque últimamente los gritos eran constantes y, además, hablaban en ruso. "No entendí nada", dijo. Su inacción le costó la vida a las víctimas. En su confesión, explicaría que el asesinato fue en defensa propia: desde hace días sentía piquetes en la espalda y pulsaciones en el cuerpo que no la dejaban dormir. "Tenía tiempo que mi mamá se dedicaba a la brujería, y mi hermana era una muñeca, su aliada, su títere. Y para que no continúen esos trabajos también hay que matarla. Para matar a una bruja, a ese espíritu maligno, hay que cortarle partes inferiores" y se aseguró de que su hermana también muriera, para terminar con ese encanto negativo.
A ambos cadáveres les extrajo el corazón y a Valeria le sacó los ojos, arrojándolos por el inodoro. A su hermana además la decapitó. "El cuello, la piel de atrás del cuello, estaba calientita y eso que ya no tenía la cabeza", diría después. Primero intentó sacarle los ojos con una cuchara, pero como no pudo, fue por un cuchillo a la cocina. Luego descuartizó los cuerpos, poniendo los pedazos en bolsas negras para basura. Sabía perfectamente dónde cortar. Tomó tres cuchillos con diferentes grosores y filos. Los encajó hasta el fondo de la axila y en la unión de la pelvis con las piernas. Con Yuliya tardó cuatro horas, relativamente poco tiempo porque era muy delgada. Con Valeria tardó tres horas.

Al terminar de desmembrar los cuerpos, notó que las paredes y los muebles estaban salpicados. Aunque lo había hecho con precaución, era imposible que no quedara en el piso un charco de sangre. En el fregadero de la cocina seguían las cabezas que había degollado seis horas antes. "Tuve que cortarles las extremidades para que ya no viajaran los espíritus. Y a la títere, la muñeca; había que sacarle los ojos"

A las 23:00 horas salió a una farmacia cercana a comprar bolsas negras para basura. Se sentía muy tranquila. Eligió una pequeña caja con diez bolsas de 70 por 90 centímetros que le pareció la más práctica. "Traía puras monedas; las bolsas costaban $24.90, pero la muchachita no completaba, así que se fue corriendo", diría la empleada de mostrador que le cobró aquella noche a la adolescente. Regresó rápido a su casa. Las líneas de expresión de su rostro estaban descompuestas; le punzaba el ojo izquierdo. Metió los cuerpos desmembrados en tres bolsas negras y después se fumó un cigarro.

El viernes 26 de junio del 2015 se le dicto auto de formal prisión y le espera una condena de hasta 80 años por sus crímenes.

Anastasia Lechtchenko seguirá presa en la penitenciaría de La Mesa en la ciudad fronteriza de Tijuana en México, donde le espera una condena de hasta 80 años, luego de que el Juzgado Quinto Penal ratificó el auto de formal prisión por el homicidio agravado por parentesco.

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